Toni pertenecía a ese grupo de hombres que fantasean con ver a su pareja con otro. Al principio, le resultaba difícil compartir esta fantasía, pero la confianza que había con Adriana le ayudó a sincerarse. Adriana, su novia, se tomó la confesión con tranquilidad, aunque al principio le invadió la duda. Finalmente, aceptó explorar esa fantasía, pero bajo una condición clara.
«Si es algo que quieres, lo acepto,» dijo Adriana, «pero me gustaría hacerlo sola la primera vez. Así me sentiré más cómoda.»
Toni, aunque deseaba estar presente, reflexionó sobre la petición de Adriana y, para su sorpresa, el morbo de imaginarla con otro hombre fue suficiente para aceptar el trato. «Está bien,» respondió, «pero prométeme que en futuras ocasiones estaré presente.»
Adriana, una joven guapa de 23 años, aceptó con una sonrisa. Su altura de 1.68, piel morena clara y curvas bien definidas la hacían destacar dondequiera que fuera. Especialmente sus nalgas, su mejor atributo, que no pasaban desapercibidas.
La búsqueda del cómplice adecuado comenzó por las redes sociales, donde ambos revisaron mensajes y solicitudes. Después de varias opciones, encontraron a Javier, un hombre de 28 años que vivía a unas dos horas de distancia. Con él, Adriana ya había intercambiado algunos mensajes y, al parecer, la atracción era mutua.
Adriana y Toni comenzaron a conversar con Javier, introduciendo poco a poco el tema de manera sutil. Finalmente, Adriana envió una foto de sí misma en tanga negra, donde sus nalgas destacaban de manera impresionante. Javier no tardó en reaccionar con entusiasmo, y pronto acordaron una cita.
Llegó la noche. Adriana, vestida con un elegante vestido negro que resaltaba su figura, estaba lista para encontrarse con Javier. «¿Qué te parece?», preguntó a Toni, mostrando el vestido y dejando ver, al girarse, el cachetero negro de encaje que llevaba debajo.
«Te ves preciosa. Le encantarás,» respondió Toni.
Antes de salir, Adriana le dio un beso y dijo:
«Recuerda, quiero hacerlo sola esta vez.»
Toni, aunque nervioso, la dejó ir, sabiendo que ese era solo el inicio de una aventura que, de algún modo, ambos deseaban. Mientras esperaba en casa, comenzó a recibir mensajes de Adriana:
«Ya estoy con Javier. Está bien, aunque no se compara contigo.»
Toni sintió una mezcla de celos y excitación al leer cada nuevo mensaje.
«Llevamos un par de tragos,» escribió ella después,
«me está ayudando a quitarme los nervios. Y, siendo honesta, besa muy bien.»
A cada actualización, Toni se sentía más excitado. La noche avanzaba, y las cosas entre Adriana y Javier se volvían más intensas. Finalmente, recibió una foto de Adriana en el coche de Javier, inclinada sobre él, con su boca en su entrepierna.
El último mensaje llegó antes de que Toni se quedara dormido:
«Llegamos al motel. Me ha gustado mucho su tamaño.»
Al despertar, encontró a Adriana de vuelta en casa. «Hola, te desperté», susurró ella, subiéndose a la cama con él. Comenzaron a besarse, y mientras lo hacía, Adriana le contaba lo sucedido. «Me pidió un show y le hice un bailecito. Después, me metió su verga. Es más grande que la tuya,» dijo juguetonamente mientras comenzaba a montar a Toni.
Las palabras de Adriana, junto con sus movimientos, encendieron aún más a Toni. «Le encantó cómo me veía en cuatro,» continuó mientras Toni la penetraba con fuerza. «Me dio nalgadas, y me decía que le encantaba mi cuerpo. Fue increíble.»
Entre gemidos y palabras, Toni se entregó por completo, excitado no solo por el acto físico, sino por las imágenes que Adriana describía con lujo de detalles.
Esa noche, ambos descubrieron nuevas formas de conectarse, compartiendo fantasías y sensaciones que nunca antes habían experimentado. Y aunque Toni no estuvo presente esa primera vez, sabía que, en futuras ocasiones, sería testigo de esos encuentros.
Toni y Adriana: Fantasías Compartidas